Con 25 habitantes empadronados, Torrecilla de Valmadrid es el barrio rural de Zaragoza más pequeño y también el más lejano, situado a casi 20 km del centro de la ciudad. Su término se extiende justo en el límite sur del municipio, más allá de los montes de Torrero y de los acampos de Gómez, Armijo y Torrijo, en medio de un mar de barrancos o vales y cabezos redondeados, labrados en los yesos por el agua y el viento. Es un paisaje estepario ondulado, árido y seco, regularmente manchado por matas de romero, tomillo o asnallo que le dan el característico aspecto de piel de leopardo, con un parecido extraordinario a las altas mesetas norteafricanas de Túnez o Argelia y que asciende lentamente hasta los altiplanos del Sillero y La Plana, muelas calizas a más de 600 m de altura, que limitan el espacio de este a oeste.

Fig 1.- Torrecilla de Valmadrid reflejada en la balsa.

Fig 2.- Cultivos de cereales, con la estepa al fondo.

Las vales (barrancos de fondo plano) y los varellos (barrancos más pequeños laterales) se aprovechan para el cultivo de cereales como el trigo, la cebada y, en tiempos pasados, el centeno, mientras que en el monte, de propiedad privada, pasta el ganado o se deja para la caza. Ese ganado, que se mueve por los acampos de Torrijo y Armijo colindantes con Torrecilla, es uno de los pocos rebaños trashumantes que bajan del Pirineo a pasar el invierno en las tierras bajas.

Fig 3.- Rebaño trashumante procedente del Pirineo.

Fig 4.- Campos de trigo.

Por todo esto, el entorno de Torrecilla es, sin duda, una de las zonas del municipio zaragozano que mejor representa a la estepa sobre yesos que rodea al valle medio del Ebro.

El núcleo urbano está situado en una ladera orientada al Este y lo forman un reducido grupo de casas, la mayor parte restauradas dada la debilidad de la construcción tradicional con piedra de yeso, y una iglesia, que destaca del conjunto, con un bonito retablo barroco. Alrededor aún quedan pajares, eras y pequeñas construcciones, reliquias de la antigua actividad agrícola del secano.

Este enclave fue fundado en 1217, tras la conquista de Zaragoza y todavía quedan en pie ruinas del castillo o torreón, posiblemente origen del nombre (en árabe castillo es magerit o mayrit, de ahí se transforma en madrid y Valmadrid ), situadas en lo alto, dominando a la población. Hasta 1965 era municipio independiente, para pasar luego a ser barrio rural de Zaragoza.

A poco más de cien metros de las últimas casas, al otro lado de la carretera, se sitúa "La Balsa", una excavación construida para recoger el agua de lluvia, que además tiene un intrincado conjunto de aguaderas o güeras para encauzar la precipitación caída en los montes próximos y llevarla hasta ella. Era, junto con un profundo pozo situado en la llamada val de Catalán, la única manera de poder dar de beber al ganado y animales de carga en estas tierras resecas. Hoy esa función ha desaparecido y la fauna esteparia como insectos, anfibios, aves y mamíferos dispone en La Balsa de uno de los pocos puntos de agua de los alrededores. En periodo primaveral, si llueve y la balsa se llena, cientos de sapos corredores, y en menor número de otras cuatro especies más, acuden allí de kilómetros a la redonda, a completar su ciclo vital.

Fig 5.- Vista panorámica desde La Plana de Torrecilla.

Por su importancia para la conservación de especies protegidas como estos anfibios, en este pequeño rincón de Torrecilla se intenta hacer un sendero naturalístico donde se puedan observar mediante formaciones ya existentes y pequeñas repoblaciones, las distintas asociaciones vegetales de la zona seca del municipio de Zaragoza, su fauna, su geología y algunos aspectos etnológicos, como diversas construcciones con piedra, hornos para la obtención del yeso de albañilería, fabricación de adobes, ... También se está haciendo, en un punto del recorrido, un reloj de sol, forma tradicional de medir el tiempo y que se ha olvidado.

Por último, a menos de un kilómetro desde la Balsa, se encuentra la antigua estación del ferrocarril de Utrillas, donde todavía quedan construcciones emblemáticas como un depósito de agua, la propia estación de dos pisos y otras edificaciones menores.

Desde Torrecilla se pueden iniciar recorridos por los alrededores que tienen cierto interés. Uno sería la subida a La Plana por el camino del cementerio con una duración, andando, de poco más de una hora, para poder observar las bellas panorámicas del entorno estepario de Torrecilla, el valle del Ebro, Zaragoza y su entorno. Si el día es despejado la vista alcanza las sierra de Alcubierre, Guara, y el Pirineo.

Fig 6.- El depósito y la vieja estación.

Por desgracia en estos años últimos (2001-2002) toda La Plana ha sido invadida por gigantescos molinos de viento de unos 50 metros de altura que han destruido el encanto de espacio natural que tenía, con la excusa de una producción de energía limpia para reducir la producción de CO2 y el efecto invernadero. Esperemos que no sea una estratagema más de los bancos y grandes empresas para conseguir más beneficios a costa como siempre de la Naturaleza.

Fig 7.- Vista panorámica de los aerogeneradores de La Plana.

Otro recorrido en sentido opuesto al anterior sería subir al Sillero, la otra plataforma calcárea, por el camino de la Poza situado frente al pueblo, pero al impedirlo una propiedad privada, habría que rodear por el camino de Mediana de Aragón, situado un kilómetro antes de llegar a Torrecilla y la distancia se duplica.

Fig 8.- Barranco de Torrecilla.

El tercer recorrido, éste para observar fauna y flora de la zona, sería por el Barranco de Torrecilla, cauce seco encajado en los sedimentos de la primitiva val y donde va apareciendo el piso de vegetación correspondiente al coscojar aragonés conforme vamos ganando altura, fuera de las inversiones térmicas del valle del Ebro. Su entrada se sitúa a pocos metros de la población, continuando por la carretera en dirección a Valmadrid y a mano derecha.