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Viví en esta estación desde 1943 a 1951, por lo que tengo conocimientos de la misma de aquella época, y ante el centenario de la inauguración del ferrocarril quiero plasmar los recuerdos que conservo en homenaje al mismo.
Sus instalaciones se completaban con el pequeño edificio de retretes públicos, aljibe para agua potable, muelle descubierto para mercancías y aguada para las locomotoras; como no existen manantiales en esa zona, el agua debía ser transportada con vagones cisternas desde Zaragoza, la cual se descargaba directamente sobre un largo estanque rectangular paralelo a la vía segunda, con capacidad de 70.000 litros y contiguo al mismo, edificio circular elevado que en su parte superior albergaba un depósito de 50.000 litros al que se subía el agua mediante bomba movida por caballete de vapor, para después mediante brazo hidraúlico servirla a las máquinas. Detrás de la aguada estaba el corral para cobijo de los animales domésticos del Jefe de Estación y contiguo a éste subía un corto y estrecho camino que daba acceso a la chabola de la Brigada de Vías y Obras.
Prestaba todo tipo de servicio público, viajeros, equipajes y mercancías en Gran y Pequeña Velocidad, al detalle y por vagón completo, pero dado que solamente tenía que atender al propio pueblo de Torrecilla de Valmadrid de unos cien habitantes y los vedados de caza próximos, el tráfico generado por el público era pequeño salvo en viajeros los domingos y festivos en la época de caza, de Octubre a Febrero. Sin embargo tenía mucho movimiento de trenes las veinticuatro horas del día y dada la distancia existente con Zaragoza, veinte kilómetros, unido a la lenta marcha de los trenes de mercancías en el trayecto, una hora los ascendentes y cuarenta y cinco minutos los descendentes, daba origen a que en esta estación se produjeran muchos cruzamientos; con la otra estación colateral, Valmadrid, la distancia era solamente de ocho kilómetros lo que agilizaba mucho más el movimiento de trenes en este sentido.
Todo lo expuesto daba lugar a que por Torrecilla hubiera frecuentemente entre veinte y veinticuatro circulaciones diarias que se repartían así:
Además podía producirse algún tren especial o máquinas aisladas, tales como el traslado de la de maniobras de Utrillas a Zaragoza, para sus lavados y revisiones; salidas del coche "Break" con personal directivo o de Inspección del Estado e incluso en ocasiones la circulación en el mismo día de los dos autovías existentes.
Por todo lo anterior en la estación de Torrecilla había además del Jefe, dos guarda-agujas que en turnos y con horas extraordinarias cubrían el servicio permanente de la estación. Ante el embotellamiento de trenes que en ocasiones se formaba en Torrecilla y sin vías de cruce suficientes para tal fin, lo que daba lugar a prolijas maniobras, la empresa decidió construir en 1947, un apartadero a mitad de trayecto con Zaragoza y se creo Valdevacas en el kilómetro 115,300 y altura sobre el nivel del mar de 258,17 metros, lo cual agilizó enormemente la circulación y descongestionó en gran medida la estación de Torrecilla.
La Brigada de Vías y Obras era la número 12, compuesta por un Capataz, un Obrero Primero y cuatro o cinco obreros que residían en su mayor parte en las casillas existentes en el trozo asignado que era desde la estación de Torrecilla al kilómetro 116, y en algún caso en viviendas del pueblo. A la entrada de agujas de la estación (lado Utrillas), tenía su fin el trozo de la Brigada num. 11 de Valmadrid, la cual también tenía relación con esta estación, dado que el disco avanzado de entrada de este lado se encontraba en la jurisdición de la misma.
El tráfico de la estación se registraba en los libros existentes al efecto que en materia comercial eran: Billetes de viajeros vendidos; equipajes y perros; expediciones y llegadas de mercancías en Gran Velocidad; expediciones y llegadas de mercancías en Pequeña Velocidad; entregas y almacenajes de mercancías en ambas modalidades; factura de remisión del efectivo recaudado a Caja Central de la Compañía. También se realizaba la atención al público en venta de billetes y facturaciones de mercancías y los partes diarios de movimiento de trenes y de personal. Decenalmente se hacía un resumen de cuentas para mandar al Departamento de Intervención y Estadística del Ferrocarril y los Resúmenes Parciales de expediciones de mercancías que se enviaban a cada una de las estaciones de destino a las que se habían facturado durante el periodo. A la estación empalme de Miraflores, que en el orden interno de nuestro ferrocarril se llamaba Zaragoza Combinado, se remitían los parciales de las facturaciones habidas a estaciones de otras redes.
Un domingo al atardecer cuando los cazadores volvían del monte para regresar a Zaragoza, ocurrió un desgraciado accidente; al terminar la caza era norma obligatoria que las escopetas se descargaran e incluso se guardaran en sus fundas, pero contraviniendo esta orden, algunos cazadores para aprovechar al máximo la posibilidad de cazar, no lo hacían hasta llegar a la estación. El caso es que un cazador, llevaba el arma cargada y sin el seguro puesto y al llegar a las proximidades de las vías pretendió recogerla, pero debió pensar que llevaba el seguro y procedió a abrirla y en aquel momento se disparó e hirió gravemente a un compañero que caminaba delante de él. Llevado inmediatamente a la estación, otro cazador que era médico y se encontraba a la espera del tren, procedió a reconocerlo y hacerle una primera cura, haciendo uso de los medicamentos y pequeño instrumental de que estaba dotado el botiquín reglamentario de la misma. Vista la gravedad del caso, tenía un gran boquete en la espalda que le afectaba a órganos internos, se solicitó por teléfono a la estación de Zaragoza que pidieran una ambulancia para desde la misma trasladarlo a un hospital, pues dado que el tren estaba a punto de llegar era el procedimiento más rápido. Transcurrida una semana se preguntó a un cazador compañero del herido, como seguía el mismo, informándonos que seguía grave. Otra semana más tarde se nos comunicó que el herido había fallecido perdonando al compañero que le había herido, pero lo cierto es que este cazador imprudente ya no le vimos más que volviera a cazar a los montes de Torrecilla.
En mercancías también en época de caza, los guardas de los acampos de Torrijos y Armijo, facturaban diariamente en Gran Velocidad un par de expediciones de fardos de conejos, en total sesenta u ochenta piezas, de las que eran consignatario la casa de Zaragoza "La Montañesa" que tenía su tienda al público en el Coso Bajo, fuera de esto eran muy pocas el resto de expediciones en Gran Velocidad y en Pequeña Velocidad había algo más de movimiento siendo de cierta importancia las expediciones de raíz de albada seca, que se empleaba como jabón, y sus destinos solían ser a estaciones del servicio combinado; también vencejos de esparto a Zaragoza y cada dos años aproximadamente se sacaba el estiércol de las parideras que había por los montes próximos donde encerraba el ganado y se facturaba por vagones completos con destino a Valencia, pudiendo alcanzar la campaña un total de 30 ó 40 vagones de bordes medios, que entonces eran de la serie P.
También se contabilizaban en esta estación las expediciones y llegadas al detalle de las empresas que tenían apartaderos industriales dependientes de la estación de Zaragoza Combinado, debido a que estos apartaderos lo eran para vagones completos, el resto de las mercancías al detall, debían ir a las estaciones de Zaragoza Arrabal o Zaragoza Campo Sepulcro, lo que les resultaba mucho más incómodo, por lo que tomaban como estación de procedencia o destino la de Torrecilla, aún cuando físicamente las mercancías se entregaban o retiraban en Miraflores; el Jefe de ésta enviaba al de Torrecilla los documentos y el efectivo si era de alguna importancia lo ingresaba directamente en la Caja de Zaragoza, enviando a Torrecilla un vale justificativo. Las empresas que se beneficiaban de este servicio era la del propio ferrocarril, M.F.U., Los Tranvías de Zaragoza, Cementos Portland Zaragoza y GIESA, pagando gustosos el pequeño porte que les representaba los 21 kilómetros de distancia entre Empalme y Torrecilla.
Ante las grandes necesidades de transporte que esos años existía, y dado que por la División Inspectora del Estado en materia de ferrocarriles se limitaba a veinte vagones el máximo que podía llevar cada tren, se producía el hecho de desaprovechamiento de tracción cuando los trenes eran remolcados por las locomotoras números 51 y 52, las más potentes de esos años, y por esto la Empresa M.F.U. solicitó y les fue concedido ampliar el número máximo de vagones de cada tren a veinticinco, con lo que dichas locomotoras pudieron aprovechar más su potencia. Esta nueva circunstancia que debió producirse sobre 1946, originó un nuevo problema a esta estación de Torrecilla, ya que sus vías no tenían suficiente longitud entre piquetes para acoger un tren de esta longitud, pues habían sido construidas para trenes con un máximo de veinte vagones con su locomotora y en los frecuentes cruzamientos, si uno de los trenes era de la mayor longitud, debía quedar parte de él fuera de piquetes y no digamos la dificultad que entrañaba cuando el cruzamiento se producía entre dos trenes de veinticinco vagones que obligaba a maniobras utilizando la vía muerta.
Una noche muy oscura, había un cruce de trenes y se oyo un fuerte ruido, lo que nos previno de que algo había ocurrido; se encontraba de servicio en la estación un guardagujas y de inmediato informa al Jefe de Estación que se había producido una colisión; desde este instante se hace cargo del servicio el Jefe y con la información recibida y a la vista de los hechos, deduce que había salido al tren ascendente que se encontraba situado en vía segunda, sin que antes hubiera salido el tres descendente que estaba en vía general que era de 25 vagones, por lo que no libraba piqueta la cola del tren. La locomotora del ascendente chocó contra el costado del otro tren, dando el golpe entre dos plataformas vacías que con algún deterioro semivolcaron hacia el lado opuesto, y el suceso no hubiera tenido mucha trascendencia, ya que al detenerse el tren y echar marcha atrás, prácticamente las plataformas volvieron a la vía, pero la locomotora, que era del tipo 101/104 sufrió la rotura de un tubo de limpieza de caldera. que al quebrarse produjo la salida de toda el agua y vapor de la misma, quedando por tanto inutilizada. Esto obligó a que debieran enviar de Zaragoza una locomotora de socorro para tomar el tren, remolcar apagada la locomotora averiada y apartar en la vía muerta de la estación las dos plataformas para su posterior reparación. La responsabilidad de lo sucedido recayó sobre el guardagujas, maquinista del tren ascendente y jefe de tren del descendente, pues el primero debía haberse asegurado de dar salida antes al tren descendente; el maquinista llevaba apagadas las luces de la locomotora y el jefe de tren del descendente no había encendido las señales laterales y de cola de tren, cosa que al caer la noche debía haber hecho en la estación anterior. Recuerdo que el personal afectado recibió alguna sanción pero de escasa graduación, quizás días de sueldo o de vacaciones, ya que todos continuaron en sus puestos.
Cuando se construyó el apartadero de Valdevacas se hicieron trenes de trabajo desde Torrecilla para transportar escorias y carbonilla que se habían acopiado en esta estación desde hacía cuarenta años; se utilizaron para rellenar el terreno del nuevo apartadero, ya que además al ser un material muy permeable, evitaba el embalsamiento de agua en caso de lluvias y debidamente prensado tenía suficiente consistencia. La razón a que hubiera una gran cantidad de estos materiales se debe a que en la estación los fogoneros limpiaban de escorias y cajón de fuegos y por otra parte, dadas las grandes paradas que en muchas ocasiones debían hacer los trenes descendentes, en razón de los cruces por la gran distancia a Zaragoza, aprovechaban esta parada para limpiar la caja de humos de la caldera y dejan sobre la vía una característico montón de carbonilla. Todos estos materiales desechados los limpiaba el guardagujas de la estación usando pala y carretilla y a lo largo de los años los fueron depositando a un lado de la vía segunda y también a un lado de la entrada de la vía muerta; no se el número de vagones que se cargaron, pero dado los días que costó, puede que fueran más de cien.
Uno de estos años, lamento no poderlo concretar, un día de noviembre apareció ya de madrugada con abundante lluvia que duró todo el día; si copiosa fue en Torrecilla, aún lo fueron más en Valmadrid y Valdescalera, dando lugar a que la Val la Señoría, que es por donde discurría el ferrocarril comenzó a mitad de tarde a inundarse, descendiendo por la misma a modo de río un apreciable caudal de agua; cuando esta val es atravesada por el ferrocarril en el kilómetro 109 el agua rebasó por encima de las vías, ya que los dos puentes existentes al efecto de poco más de un metro de altura eran insuficientes parea admitir esta riada; esto produjo daños en la vía quedando cortada al tráfico, impidiendo que el tren correo número 2 pudiera continuar su marcha hacia Zaragoza, y fue estacionado en Torrecilla desde las 18,36 horas. Ya en plena noche, cuando las aguas descendieron y con brigadas de Vías y Obras preparadas al efecto, se procedió a efectuar las mínimas reparaciones para que con precaución pudiera pasar el tren, continuando los trabajos ya de día para dejar expedita la vía. He detallado estos sucesos, por ser los que recuerdo mas fielmente, pero sin duda acaecerían bastantes más; sin embargo en ningún caso se produjeran desgracias personales en el tráfico ferroviario en esta estación.
Murcia, Septiembre de 2004
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