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Los pioneros | ||||||
La idea de viajar por el espacio empezó a interesar a los científicos a finales del Siglo XIX. Concretamente fue el ruso Konstantin Tsiolkovski (1857-1935) el primer hombre que pensó en términos científicos sobre este tema. Descendiente de una familia humilde (su padre era guarda forestal), con dos años contrajo una escarlatina que le dejó prácticamente sordo. Por tanto, no pudo ir a la escuela, así que fue su madre la que le enseñó a leer. Se apasionó por la lectura, y con 14 años empezó a estudiar él solo matemáticas y física. Parece que los trabajos del astrónomo francés François Arago le ayudan a sentir verdadera pasión por el espacio. En 1879 se presenta a los exámenes de maestro de escuela y consigue una plaza en Borovsk. Sus investigaciones se centran en los cohetes, que él considera como un instrumento esencial para salir al espacio. |
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En alemania, las ideas del otro hombre en discordia, Hermann Oberth, crean escuela, y en 1927 se funda la Sociedad para la navegación en el espacio. Allí, varios técnicos y estudiantes alemanes ayudan a Oberth en sus trabajos y realizan pruebas con pequeños cohetes. Entre ellos se encontraban Rudolf Nebel, Klaus Riedel y Wernher Von Braun. | ||||||
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La Unión Soviética también se apunta al carro de las pruebas con cohetes. Al mando de sus investigaciones se encuentra Sergei Korolev, y en 1933 lanzan su primer cohete de carburante líquido. Wernher Von Braun y Sergei Korolev acabarían años después liderando gigantes proyectos aeroespaciales, pero eso lo veremos posteriormente. |
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La Alemania de Hitler y la II Guerra Mundial | ||||||
En 1932, algunos altos cargos del ejército alemán se interesan por los progresos de los pupilos de Oberth. Hablan con Nebel, Riedel y Von Braun, y es con este último con el que finalmente llegan a un acuerdo. El joven Von Braun se compromete a efectuar estudios y ensayos con cohetes de carburante líquido, bajo la tutela del ejército, y a cambio ellos financiarían los trabajos de su tesis doctoral. Von Braun tenía 20 años. Militarmente, Alemania estaba dando el primer paso. Y así, nace el cohete A1, y luego el A2, que alcanzaba los 2.500 metros de altura. Rápidamente, se decide crear un nuevo ingenio cuyas características y prestaciones debían ser evidentemente muy superiores a las del A2. El general Becker presenta entonces a Adolf Hitler un ambicioso proyecto, de desarrollo de misiles balísticos de largo alcance. Ante sus ojos se encuentra el arma perfecta. Permite bombardear el territorio enemigo sin arriesgar un solo hombre. Por supuesto, Hitler da luz verde al proyecto, y en abril de 1937 Von Braun ve cómo aumenta considerablemente su presupuesto y plantilla, que ya supera los 80 técnicos. Además, la sede se traslada a una pequeña isla del mar Báltico, a las instalaciones de Peenemünde. Un año después llevan a cabo las primeras pruebas del A3. Los resultados son tan satisfactorios que se inicia el desarrollo del primer misil de largo alcance de la historia, el V2 (nombre operacional del cohete A4). |
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Los primeros años de la Guerra Fría | ||||||
Al acabar la II Guerra Mundial, tanto americanos como rusos abordaron Peenemünde y lo saquearon literalmente, a grito de maricón el último. Entre los documentos confiscados encontraron detallados estudios para desarrollar un cohete de dos etapas y gran tamaño, el A9/A10. Consistía en un V2 modificado (llamado A9) acoplado a un segundo cohete acelerador (A10). Aumentada la potencia de este último, un misil podría cruzar el Océano Atlántico y alcanzar la costa norteamericana. Von Braun es arrestado por los americanos, y trasladado junto a algunos de sus hombres a un centro en Texas. Allí estuvo recluído un tiempo. Meses más tarde, las autoridades le permitieron continuar con sus experimentos y le facilitaron unos barracones anexos. En el saqueo, las dos superpotencias se llevaron ristras enteras de misiles V2. Concretamente, 100 V2 acaban en los hangares del campo de pruebas de White Sands (Nuevo Mexico). El nuevo juguetito parece interesante. La U.R.S.S. lo empieza a emplear, con modificaciones mínimas, para transportar instrumentos científicos a las capas altas de la atmósfera. Con él, medían la temperatura y la radiación cósmica por encima de los 300 km de altitud. Los americanos, además, lanzaron varios de estos cohetes con ratones y plantas para estudiar los efectos de esa radiación. Los seres se hallaban dentro de un recipiente que se recuperaba posteriormente gracias a un paracaídas. El Aerobee, basado en el V2, obtuvo en 1949 las primeras fotografías en color de la superficie terrestre a una altura de 100 km. |
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Comienza la década de los cincuenta y con ella la guerra fría. Rusos y americanos inician una confrontación tecnológica y social, pero sobre todo política, con el objetivo de demostrar a la opinión pública mundial la superioridad de sus respectivos sistemas de vida. Capitalismo contra comunismo. Ayudados por el material encontrado en Peenemünde, las dos superpotencias enfocan su carrera armamentística en desarrollar cohetes cada vez más potentes y precisos. Realizan sus pruebas y ensayos bajo el más estricto secreto. Ambos miran de reojo al espacio exterior, porque creen 'ingenuamente' que el primero que lo domine podría también dominar la Tierra. Así que, entrados los años cincuenta, el objetivo soñado de ambos bandos era acceder a ese espacio. Pero los cohetes más potentes sólo alcanzaban una velocidad de 15.000 km/h, muy inferior a los 27.500 km/h necesarios. Para colocar un satélite en órbita había que lograr dos objetivos al mismo tiempo. Primero, llegar a una altitud en la cual no hubiera apenas atmósfera, y así las escasísimas moléculas de aire ofrecieran una resistencia despreciable (esta altitud ronda los 280 km). Y segundo, una velocidad de traslación suficiente para que la fuerza centrífuga y la fuerza de la gravedad terrestre se anularan una a la otra (los ya comentados 27.500 km/h). De esa forma, el cuerpo permanecería dando vueltas alrededor del planeta. Pero repito, en ese momento no existía ningún cohete capaz de alcanzar semejante velocidad. Ajeno a todo este potaje político-tecnológico, Wernher Von Braun seguía con sus ensayos en Texas. El 25 de junio de 1954 pidió ayuda económica al gobierno para construir un misil que colocara un pequeño satélite artificial alrededor de la Tierra. El pentágono se negó en redondo. Textualmente, un alto cargo militar comentó: "el loco ese está hablando de ciencia ficción". Meses más tarde, la marina estadounidense iniciaba los ensayos del programa Vanguard. Se trataba de un cohete de tres etapas, con el cual pretendían poner en órbita un satélite de 1,5 kilos de peso y de tamaño... pues menos que el de una naranja. Tenían la certeza de que los rusos estaban efectuando pruebas similares, pero desconocían a qué nivel se encontraban. Mientras, los lanzamientos de cohetes Vanguard se contaban por fracasos. Por la vieja regla de tres, los americanos supusieron que la U.R.S.S. debía andar a la par, y predijeron que hasta finales de 1958 los soviéticos no estarían en disposición de lograr el objetivo. Pero el 4 de octubre de 1957, éstos sorprenden al mundo entero con la puesta en órbita del Sputnik 1. La ciencia ficción a la que apelaba el general de la marina es ya realidad, y en el pentágono las reservas de papel higiénico se agotan. Ciertamente, se encuentran muy lejos de poder igualar la proeza de los rusos. Esa fecha histórica significó el comienzo de la era espacial. |
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Bibliografía - "Los viajes espaciales". Biblioteca Salvat de Grandes Temas. 1973
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