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La vida en la futura colonia lunar

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Astrónomo/a


Son las 3 de la madrugada hora lunar. Elisa se levanta y come algo. En 50 minutos debe partir hacia el observatorio astronómico más preciso y potente que ha poseído nunca la humanidad, el Lunar Observatory Centre. Echa a la mochila un libro, la comida necesaria para el día, algún que otro objeto personal, se coloca el casco de seguridad y sale de su apartamento.

Las viviendas de toda la colonia se encuentran protegidas con unas gruesas paredes de regolita, y también los pasillos que comunican con las estaciones del monoraíl. Elisa consulta el ordenador integrado en su uniforme. No tiene ningún mensaje de la familia..., bueno. Suspira, esperando que no se hayan olvidado de ella.

Elisa llegó a la colonia lunar hace 6 meses. Se encarga del turno 3 en el centro de observación y escucha, una de las primeras construcciones realizadas en el satélite. La astronomía es quizás de los campos que más se han beneficiado del asentamiento lunar. Su baja gravedad permitió construir antenas de escucha más grandes, sin peligro a deformaciones ni elasticidades causadas por el excesivo peso. Y la ausencia de atmósfera y su elevada estabilidad sísmica facilitan la obtención de resultados mucho más precisos y exactos.

Entra a la sala de control y saluda a Yuri y a Monique. Ellos se dedican a estudiar y controlar los Near Earth Objects (objetos cercanos a la Tierra), los temidos meteoritos. El trabajo de Elisa es más romántico. Busca sistemas planetarios como el nuestro, y debe localizar aquellos planetas que ofrezcan características, podríamos decir, similares a la Tierra. Su ordenador es capaz de guiar los radiotelescopios ORION, un conjunto de enormes antenas situadas en la cara oculta de la Luna. Barren un rango de frecuencias que son imposibles de detectar desde la Tierra, a causa de las interferencias de origen humano. En la cara oculta esas interferencias no existen (ya que el propio satélite actúa de escudo).

Su sueño es capturar algún día una señal de radio que pudiera interpretarse de origen inteligente. Los científicos de la humanidad llevan más de 150 años detrás de esa señal, y ella se encuentra en una posición muy ventajosa en comparación con aquellos pioneros. Su compañero Tobías le hace un gesto de aprobación al verla dudar entre la estrella Mira o Alpha de Auriga.

En el centro de observación hay 24 científicos como Elisa apuntando, de alguna manera, al cielo. Muchos de ellos son cosmólogos. Ahora ya no se hacen las preguntas que se hacían sus colegas de comienzos del siglo XXI. Están detrás de una fórmula para controlar las ondas gravitacionales, y así poder simular un campo gravitacional, o anularlo localmente si se está sumergido en uno. Los aparatos utilizados en esos estudios son sensibles a estas ondas gravitacionales. Se encuentran colocados en zonas criogénicas lunares, es decir, ocultos bajo cráteres donde la sombra es permanente y la temperatura se mantiene por debajo de los -180ºC. Ello permite reducir el ruido térmico al mínimo y leer las débiles señales g.

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